Por Nolos Ovasten.
Los estridentes gritos de mis vecinos se mantuvieron en los mismos decibeles, por lo menos por dos semanas seguidas, ni la bebe, de no más de un año, con sus llantos histéricos, menguaban la capacidad bélica de mis amables vecinos. Es una constante. Nada cambia sustancialmente. Entro a la misma hora todos los días al colegio. Toco los timbres respectivos para que la muchachada salga a recreo dos veces por mañana, y a la misma hora. Mis días no presentan variantes mayores. La colega, inspectora compañera de oficina, siempre igual, una mierda. La misma ruta ida y vuelta. Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo…lunes… El círculo vicioso tiene la misma cantidad de lados, y todos iguales. Pero no creas que ando deprimido, o bajo la depresión de moda. Nada de eso. Reviso. Saco cuentas. Tomo fotografías aéreas, y vuelta otra vez. Me hacen reír las mismas cosas hace años. Frecuento los mismos lugares….miento, no salgo a parte alguna. Son todos los lugares de igual formato, planos y aburridos. Creo que hoy es martes, pero da igual, mañana también puede ser sábado. Intenté alguna variante a mi inquietud, algún acto intencionado que me despiste o saque me de la monotonía inevitable. Encendí la tv para iniciar el experimento. Nada. Las noticias, al parecer, son series de tv que se repiten. Pero no perderé la fe. El que busca siempre encuentra. Y yo busco. Soy un ser incansable. Así que salí a caminar, a tomar aire renovador, a ver lo que deparan las cosas afuera. Las calles. Los rostros de los transeúntes. El ruido infernal de los perros persiguiendo motores desagradables. No pude con eso. Ya había estado ahí. Siempre lo mismo. No hay caso. Tendré que volver a lo mío. La farmacia. Y volver al vicio de escribir…porque en rigor, las cosas no cambian…ni mis escritos.
