El Corazón de Jorge González

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Por Marcelo Reyes.

Revisar el trabajo de Jorge González con la atención necesaria, es entrar en la mente de un hombre que siente y vive como pocos.

El otro día caminando por las calles de Quilpué, buscándome entre el asfalto, tierra y pasto, entendí por fin que significa La Casa en un árbol.

La casa en un árbol de Jorge González no es más que la propia felicidad de ser, estar, la alegría de vivir a pesar de todo, sin el amor de pareja, en soledad, la soledad necesaria para la reconstrucción del ser a partir de las experiencias vividas, nuestros complejos, virtudes, objetivos, sueños, etc. 

La casa en un árbol es la búsqueda de la paz y la tranquilidad de un hombre que entregó y se estrelló contra todo por lo que creía que era la felicidad, vivencias plasmadas en el disco corazones, pero que finalmente con la soledad de una mano y la conciencia de entender como funcionamos socialmente y en planos románticos en la otra mano, entendió que el amor comienza por casa, siempre.

Nuestro ser es nuestra propia casa y seamos sinceros, quien no soñó cuando chico tener una casa en un árbol, un lugar simple, nuestro propio espacio, nuestro imperio donde cada cosa tiene su lugar y somos dioses de lo que nos rodea, tener el control de cada elemento que compone la casa y que no cualquier extraño pueda poner siquiera una molécula dentro de nuestra casa, muy cercano a lo que se conoce como buscar el niño interior, al que nos dicen debemos cuidar.

En el caso de Jorge nos deja ver que no ha superado la perdida y dota su casa con un telescopio, que en los tiempos actuales sería como bloquear a un ex amor de las redes sociales, pero cada cierto tiempo mirarla nuevamente, de forma secreta, a la espera que la distancia y el tiempo haga lo suyo. ¿Resignación controlada? ¿Nostalgia? ¿obsesión?, eso es materia de psicólogos y psiquiatras…

En Paramar vemos a un hombre que descubre sus propias limitaciones afectivas y toma una actitud radical, de negación o autoprotección junto con la incertidumbre y resignación, imagino que al ver a otras personas disfrutar de cierta felicidad en pareja, la que a él se le niega de forma plena como desearía, un hombre que aún no descubre la casa en un árbol y culpa al resto de sus males.

Fe para mi es la canción de amor-desamor perfecta, es dejar ir, dejar ir el dolor de lo que no funcionó, pero con la cuota de amor por el otro como para desearle un buen viaje, una buena vida después de separarse en el camino que antes transitaron juntos. 

Los recuerdos lo siguen atormentado en “sueños” según menciona en su letra, pero finalmente su espíritu se llena de fe, vuelve a cantar lo que es un signo de retorno a su equilibrio espiritual, en el fondo vuelve a ser feliz, consigo mismo y con lo que mejor sabe hacer, cantar y componer.

El tema es que Jorge González desde que comenzó con Los Prisioneros, en sus letras transita por los límites o balances que le permite su sentir, poco equilibrado puede ser, en un plano egoísta a ratos y dándolo todo en otras, un constante ir y venir que con los años va llegando al equilibrio y paz interior, para eso dense un paseo por trenes y lo notarán en canciones como Nada es para Siempre

A diferencia de otros autores, Jorge es crudo y directo en gran parte de sus canciones, su sentir plasmado con la inteligencia que tiene como don para dejar su propia vida en discos y crear espacios comunes para el resto de los mortales, tanto a nivel político, social y afectivo.

El lado netamente musical, lo dejaremos para otra oportunidad, ya que mucho se ha hablado de sus influencias, propuestas y búsquedas cercanas al punk, el synth pop y la electrónica.

Háganse el favor y si no lo han hecho, denle una oportunidad a los discos de Jorge González y por sobre todo busquen su propia casa en un árbol, dentro de ustedes, su propio espacio personal, lleno de paz y amor propio, que sea el lugar más lindo posible y recuerden que si el telescopio apunta hacia las estrellas, siempre será mejor, a la larga.

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