Daniel Melero + Alejandro Paz Banda + DJ Matías Rivera.

Por Marcelo Reyes M

Cada cierto tiempo, Don Daniel Melero nos visita en Chile para presentarnos su show, un show mutante en si mismo, básicamente por sus constantes e inquietas búsquedas
sonoras, filosóficas y numerosos lanzamientos de discos que ha logrado editar durante estos últimos 20 años de una extensa carrera de 40, que lo tiene en la actualidad tan vigente y vanguardista como a comienzos de los 80 junto a su banda Los Encargados o como el padrino de la movida sónica noventera.
De hecho, la última vez que lo vimos en vivo, fue hace 10 años en una lluviosa noche julio, en el Gam, eramos muy pocos los presentes aquella noche, cuando en su faceta crooner y acompañado tan solo de un piano, nos deleitó con el lado más sentimental y profundo de su generosa discografía, en lo que correspondía a su gira Piano Vol 2.
Algo sabíamos sobre lo que se venía ayer en cuanto al show, pero siempre existe la sorpresa y obviamente la emoción por verlo en vivo y en directo.
Temprano llegamos al – 6 del edificio y nos fuimos directamente a la barra a buscar unas chelas, donde ya, de forma inmediata nos dejamos encantar por los beats del Dj Matías Rivera, mientras mirábamos como poco a poco se iba llenando el excelente espacio Fomo Fomo o como se llame, un lugar al que volveremos el 20 de abril, un lugar que les recomendamos visitar.
Con puntualidad, el Sr. Alejandro Paz sale a escena junto a su banda, en un formato que le permite desplegar sus canciones con bastante comodidad, pese a pequeñas diferencias con el sonidista, en cuanto a la presencia de su guitarra rítmica o la voz de su invitada estelar, quien lo acompaño en la medianía del show, pero que finalmente sentimos que dejó conforme al público y al mismo Alejandro, quien agradeció con sinceridad antes de
dejar el escenario en medio de aplausos para permitir el montaje del show posterior.
No recuerdo la hora exacta, pero junto a mi amigo DJ George Best y otro socio, aprovechamos el tiempo de montaje de instrumentos y nos fuimos a recorrer el – 4 del
edificio en cuestión, básicamente para fumar con tranquilidad, en la previa al plato fuerte de la noche.
Finalmente Melero aparece en escena junto a dos jóvenes músicos, quienes en formato guitarra acústica en un primer acto, hicieron la previa para que a posterior , el sintetizador Yamaha de Melero, pasara a ser la vedette de la noche, por los aporreos en plan karate de las teclas y la síntesis en vivo que Daniel acompañaba con los beats y sampleos de controlador midi y una guitarra eléctrica versátil de uno de sus dos escuderos y en función directa a la construcción sonora que Melero propone en base a sus permanentes coqueteos con los Knobs de su fiel y clásico sintetizador, construcción que pasó desde el ambient más minimalista y ruidista, que por momentos nos recordó ese concepto de Tecnodelia, que según dicen, salió de los labios de Daniel en una conversación con Gustavo Cerati, para explicar el sonido de The Orb, banda que veían en directo durante un periplo noventero en las Europas del entonces dúo creativo.


De lo anterior más bien ambient, el show fue agarrando ritmo, desde el ruido a la percusión de los sampleos disparados por uno de sus músicos, dando paso ya a la voz de Daniel, por momentos filtrada y alterada, para finalmente dejarnos pegados al techo con una impecable versión de su clásica canción “Sagrado Corazón” de su disco debut “Conga”, pero en modo M (remix), estado de euforia total.
Ahí vino la primera pausa o encore, momento preciso para los aplausos cerrados de un público feliz y agradecido por un show intenso, donde vimos a Daniel viviendo cada una
de las piezas con emoción, la que era compartida con sus músicos y obviamente con todos los presentes ,quienes llenaron el espacio en una noche extrañamente desierta de
Santiago.
Melero vuelve y tal como sucede cuando enciendes un cigarrillo después del sexo, comienza a sonar “Quiero estar entre tus cosas”, de su disco de 1995 “Travesti”, pero en modo acústico, un cierre perfecto para un gran show.
Emoción, alegría y gratitud fueron los sentimientos que dejó una nueva jornada junto al maestro, quien tal como llegó al lugar de los hechos, en silencio dejó el edificio, pasada la medianoche, imaginamos que con la sensación del deber cumplido.
Finalmente solo podemos decir que 10 años es mucho tiempo, 10 años es mucho, esperemos que venga más seguido a visitarnos y le decimos a Daniel, tan solo: “Déjate
Querer”.

 

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