Por Rita Eliot.
Hay regresos que se esperan, que se desean, que se llaman hasta en los momentos menos atinados… Pero hay regresos que vuelven cuando casi el cuerpo se ha resignado, cuando se aletargan las caricias en la costumbre de la monotonía establecida con los años y por qué no: Los daños. Y puedes temer a aquellas frases “volver a caer en la tentación” o “tropezar con la misma piedra”, pero, las que vienen también son frases ¿no?
Cuándo creíste que ya todo estaba escrito y definido. Cuándo no se vislumbraba mayor sobresalto y cuándo veías que tu vida afectiva – sexual estaba “resuelta” te sorprendes diciendo ese nombre que tenías guardado en tu mente, en tus más ocultas fantasías, ese nombre que ya no gemirías en desesperación placentera, a menos que fuese en esos sueños húmedos de madrugadas frustradas, entristecidas.
Ese nombre, ese cuerpo, ese ser vuelve a tu vida, vuelve a montarse en todos tus escenarios, vuelve a donde parecía no haber cabida, vuelve y se toma todas las letras de tu abecedario… Pero, ¿vuelve sin llamarlo? Vuelve porque de alguna forma lo hiciste volver. Han pasado los años, los arrebatos, las alcobas, las sillas, las alfombras, las imaginerías, los llantos, y todos esos tiempos de tanto necesitarlo, de tanto desearlo. Y no hay explicación lógica, porque en el sentir, no hay lógica, se te acerca, te sonríe, lo percibes, lo reconoces, lo hueles… Es tuyo, siempre lo fue, esa piel, ese olor te ha provocado esas hambres desde siempre, ese cuerpo se complementa contigo, sus formas encajan a las tuyas, es la perfección silenciada que se daba por perdida en los recuerdos, en las telas mojadas.
Volver, volver a tocar, besar, sentir, con la misma piel, pero con menos ataduras, menos tapujos, más ganas, más ansias, menos censuras. No es un hombre, no es una mujer, es un ser, más que una carne fresca y ansiosa, es pasión de esa que cuentan los autores en sus obras, pasión desenfrenada que no sabe de horarios, de reglas, de lugares, de anocheceres, ni amaneceres, pues el tiempo vuela y se convierte en un viaje sin escalas mientras te devoras sus labios, mientras tu cuerpo suda y se estremece entre sus palpitantes brazos. No hay espacio para complejos, ni banalidades sin sentido, pues los únicos sentidos son los que no duermen ni descansan desde que esta pasión ha regresado a devolver vida a lo que ni imaginabas que estaba muriendo: tu placer, tu plenitud sexual…
En libertad disfrutadlo, si ha vuelto es porque siempre estuvo en barbecho en alguna curva de tu ser, de tus miedos o en tu lecho… No es azaroso, no se inventa ni planea, no se piensa, lo que se siente no se coloca sobre un nombre porque sea el correcto. Si en ese ser comes, duermes, sueñas, gozas, descansas, devoras, sudas, gritas, gimes, arrebatas, escapas, vas, vuelves, o si en ese ser simplemente puedes ser, quédate, ese es tu lugar, tu cuerpo donde derrochar, tu hogar donde descansar, dejadlo volver… No vale la pena, sino que, vale el placer volver…